Al menos no es tan fome y pseudo-poético como La Última niebla.

He aquí una historia de una mujer tonta, así es descrita en el libro. Esto ya deja a la historia con un límite en cuanto a riqueza de diálogo y trama. Lo otro, esta mujer no hace nada; entonces, sabiendo esto, poco se espera de esta lectura. Pero ese poco no es malo.

Brígida no es esclava solo de su propia estupidez, sino de su propia belleza también, y esta combinación lo hace más terrible, porque ésto hace que la gente como su marido, excuse y perdone su inutilidad e infantilismo, o todas sus mañas en general. Esto hace que permanezca cómoda en su propio mundo en el que no se le exige nada, no necesita esforzarse en nada, y del que nada la motiva a salir de él. Es la maldición que ha sido nutrida por (1) su padre rendido, a quien nadie lo obligó a tener una sexta hija, pero su exhaustez puede justificarse por no tener la cooperación de su esposa. (2) Por su esposo trabajólico, que tiene un trato especial con Brígida, casi sub-humano, o mejor dicho, como de mascota más que como la de compañera de vida que ella es.

Y por supuesto, (3) por el árbol, que en las últimas páginas le entrega un fragmento del mundo que ella se había estado perdiendo.